En Viganello, un pequeño pueblo de los alpes italianos, estaban acostumbrados a no tener días de sol durante el periodo invernal, debido a su ubicación en el fondo de un angosto valle alpino.
Hasta que a un brillante arquitecto, le surgió la idea de alumbrar al pueblo con un espejo (conectado a un ordenador que calcula siempre la orientación idónea, ver gráfico adjunto), así la plaza del pueblo podría ser un pequeño refugio de luz y calor, para los congelados vecinos.
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